Los niños experimentan alegría por la desgracia ajena desde los dos años

31/Dic/2014

Aurora

Los niños experimentan alegría por la desgracia ajena desde los dos años

Hasta ahora, los investigadores creían que los niños no desarrollan emociones muy sofisticadas hasta los siete años, pero un nuevo estudio realizado en la Universidad de Haifa encontró evidencia de “schadenfreude” -la palabra alemana que describe la emoción por la desgracia ajena-, en niños de tan sólo dos años.
“El estudio fortaleció la percepción de que alegrarse del mal ajeno es un mecanismo evolutivo que se desarrolla dentro de nosotros cuando hacemos frente a situaciones de desigualdad”, expresó el profesor Simone G. Shamay-Tsoory, quien dirigió el estudio.
El “schadenfreude”, significa obtener placer de las desgracias de los demás, y puede tener sus raíces en los celos, la competitividad, o incluso a veces el odio. Según una teoría, alegrarse del mal ajeno es un mecanismo evolutivo que se desarrolla como resultado de la competencia por los recursos limitados, por ejemplo, la lucha entre dos hermanos sobre la atención de sus padres. Este mecanismo, que se desarrolla a una edad temprana, se convierte más tarde en un mecanismo que nos permite sentir placer en la desgracia ajena, incluso cuando no hay competencia por los recursos.
Aunque se creía que los niños menores de siete años no se han desarrollado suficientemente en términos emocionales para tener sentimientos de alegría malsana, Shamay-Tsoory y su equipo pensaron que podían probar que tales sentimientos salen a la superficie mucho antes, en las edades de dos a tres. Para ello, los investigadores establecieron 35 grupos separados que incluyeron una madre, su hijo y un amigo del niño que tiene la misma edad. Los grupos se sometieron a dos situaciones.
La primera fue una situación “igualitaria”, en el que la madre animó a los niños a jugar juntos, los ignoró durante dos minutos, y luego comenzó a leer un libro en voz alta para sí misma durante dos minutos. Después de esos dos minutos, la madre dijo que tomaría un vaso de agua que estaba sobre la mesa y lo vierte por “accidente” en el libro. En la segunda situación, la “desigual”, después de los primeros dos minutos la madre llevó al niño que no era de ella a su regazo y comenzó a leer el libro en voz alta ante él. Aquí, también, después de dos minutos, la madre derramó la taza de agua en el libro.
Los investigadores encontraron que cuando la situación desigual fue llevada a su fin, el propio hijo de la madre mostraba signos visibles de felicidad, según lo manifestaron saltando, aplaudiendo con las manos, o rodando por el suelo. En contraste, cuando el agua se derramó mientras la madre estaba leyendo el libro para sí misma, no hubo reacciones similares. Según los investigadores, la “desgracia” que hizo a los niños felices fue el hecho de que su compañero había dejado de escuchar la historia, lo que refuerza la teoría de que alegrarse del mal ajeno es un desarrollo social, como una reacción a la desigualdad.
Los celos son todavía más fuertes que el “schadenfreude”.
Durante el estudio, los investigadores también encontraron evidencia de que se manifestaban celos en los niños que tratan de forzarse a sí mismos entre su madre y el libro, o juegan con el cabello de su madre mientras ella estaba leyendo el libro a su amigo. Estas expresiones fueron más fuertes que las expresiones de alegría malsana, lo que confirma los resultados de estudios anteriores que muestran que los celos son una emoción más fuerte que la alegría por el mal ajeno.
Al parecer, la emoción de alegría malsana está incrustada en los niños mucho antes de lo que se pensaba. “Las comparaciones sociales, en las que comparamos lo que tenemos con lo que otros tienen, así como las emociones de la justicia, se desarrollan a una edad muy temprana y constituyen mecanismos evolutivos positivos para hacer frente a situaciones de inequidad”, opina el profesor Shamay-Tsoory.
“Debido a que las reacciones de comparación social están vinculadas a los rasgos de carácter como la autoestima y el altruismo, es posible que la gente que piensa menos en sí misma sea más propensa a sufrir de sentimientos de alegría malsana.”
Este estudio fue realizado por el Prof. Shamay-Tsoory de la universidad del departamento de Psicología de Haifa, junto con Dorin Ahronberg-Kirschenbaum de la Universidad de la Escuela de Educación de Haifa, y Nirit Bauminger-Zviely de la Universidad Bar Ilan.